sábado, 9 de febrero de 2013

Animales (10-02-2013)


Que hablen las heridas, que ellas nunca mienten. La sangre derramada, las cicatrices, guardan en su nacimiento el por qué y el cómo, la causa y el efecto, el "ni contigo ni sin ti". Hay que guardar y asimilar, evolucionar de lo vivido para volver a tropezar en las mismas piedras y hacernos los mismo cortes una y otra vez. Una herida sobre otra.
Hay cortes que ya no sangran, golpes que no duelen de tan acostumbrados que estamos a ellos; otros hieren en la misma memoria, con su simple recuerdo. Si puedo elegir, elijo el dolor. Muchas cosas nos hacen humanos, nos distinguen de los demás animales, y el dolor no es una de ellas; ni siquiera el miedo al dolor. Pero yo no busco alejarme de lo animal, a mis expensas he descubierto que es una estupidez; además de inútil es un engaño.
Deseé ser un cuchillo y matar, deseé que me cortaran y deseé cortarme yo. Deseé ser ese animal. Deseé ser la sangre que se coagula en unas manos y las vísceras que se pudren en otras. Deseé ser el ojo cegado y la boca cosida, para ver y hablar de heridas desde la sabiduría de un mutilado por la vida.
Sin embargo, tampoco soy ese animal. He tragado bilis, asimilado golpes como algo intrínseco a no ser simplemente instinto de supervivencia. Me he dejado al descubierto, eliminado barreras y escudos, y he otorgado a otros el poder de decidir si ser o no mi herida. Solo alguien con el poder de hacernos daño nos quiere de verdad; y al contrario.




domingo, 3 de febrero de 2013

El hombre que vendió el mundo. (28-08-2012)


Una canción. Un amigo, o dos. Drogas. Rock. Sexo. Internet. Un documento de Word lleno de mierda. Uñas pintadas. La televisión sin sonido. Un atardecer que ya no quiero fotografiar. Un paquete de cereales tirado sobre la mesa. El cuaderno al lado, como siempre. Un escalofrío por la espalda al recordar. El suelo y la sábana tirada. Un pañuelo que ha recogido alguna que otra pena. Una nube solitaria. Un tanatorio. Los restos de una fiesta. Un cenicero con colillas de porro. Pilas gastadas. Un columpio. Un hombre que vendió el mundo.
El ser sin ser, el querer y no poder, el poder y no saber. El siempre yo primero pero siempre última. Un enfado resuelto por sms, un sms que lleva a enfado. Cortarse las venas con un folio y escribir con la sangre una carta de amor. Tardes de sol ardiente sobre un mantel de colores.
Arrancarse los pelos de uno en uno para sentir algo. Morder el brazo para no gritar, o gemir, o herir, o vomitar. Llorar solo una lágrima. Pedir un deseo a una pestaña que ya se ha volado. Un árbol quemado, sangre en el suelo, una tijera. Una amenaza, una declaración, una súplica, un puñetazo. Una carcajada impregnada de veneno de farmacia. Un calambre en la muñeca que hace una paja. Un peluche que mira triste con ojos de botón.
Una tormenta de verano que acaba en resfriado. Un baño desnudo en la playa. Una cicatriz en el corazón. Un miedo, una arcada, mil preguntas sin respuesta. Un enfermo terminal que mendiga en el cajero, y tres millonarios que roban dentro. Una patada a un cristal, un pellizco en el culo, un polvo. Otra copa.
Una vela que se consume, un suicidio con taladro, un desfibrilador, un condón sin usar, un niño con las rodillas peladas, un muñón, un susto, un perdón, un calcetín perdido, una llave sin candado, una bombilla fundida, un mechero sin gas, el grito de un mudo, una resaca, una tirita, una casa sin techo, un cuchillo, un tatuaje. Un porqué sin cómo, una puta sin cama, un calmante sin agua, una oreja mordida, una pulsera rota, un móvil sin cargador, un orgasmo con consolador, una muñeca hinchable sin agujeros, un dedo sin uña, una mierda, un cabrón, un gilipollas, un mal, un cadáver, un billete falso. Fumar.
El deseo de vender el mundo, y de comprarlo. Ahorcarse con el lazo que envolvía un regalo. Escupir hacia arriba y no moverse. Andar en círculos y no volver al mismo sitio. Perderse en un beso a un vaso de chupito. Gafas negras sobre ojos en blanco.
Yo, aquí, sin más y sin motivo. Drogada, bebida, fumada, cansada, perdida, encontrada, insultada, pisada, recuperada y, por fin, libre.


sábado, 2 de febrero de 2013

Ni ser, ni humano. (10-11-2012)

Bienvenido, lector, a esta historia. En ella te presento a lo más preciado que tengo: mi hija, la Niña, y al que fue su mejor amigo durante años, Azul. Pude que el nombre te resulte raro, pero pronto lo entenderás, al igual que el título que arriba aparece y todos los motivos que me llevaron a escribir esto.
En primer lugar, me presentaré; me llamo Helena, tengo 41 años y vivo a las afueras de Ciudad. Sin embargo, mi historia comienza 9 años atrás, en la Navidad de 2023.
Por aquella época una gran multinacional había desarrollado el juguete de moda para regalar: Globo. Se trataba de la esfera de goma de mi niñez pero con mejoras tecnológicas que le proporcionaban la capacidad de hablar. Además, Globo tenía personalidad acorde con la edad de su dueño, de modo que se podía convertir en el mejor amigo de tu hijo durante el tiempo que durara su depósito de helio. Este depósito estaba diseñado para unos dos años, de modo que, después de ese tiempo, Globo moría. Por descontado, se podía elegir el color de Globo, ponerle nombre y elegir los rasgos de su cara, que se movían y resultaban tan expresivos como un dibujo animado.
Esa Navidad mi marido y yo decidimos comprar un Globo a nuestra hija, al que llamó Azul, con ojos grandes y sonrisa amplia, y de 6 años mentales, por decirlo así. Azul la acompañaba a todas partes, dormía con ella y era su compañero de juegos, nunca se cansaba de él. Todos los niños de Ciudad tenían un Globo, y las calles se llenaron de colores y voces agudas durante 2 años. Después, los Globos empezaron a morir; los padres evitaban el sufrimiento de sus hijos dejándolos escapar cuando la batería de helio se volvía de color rojo, y así los niños se despedían de ellos cuando salían volando, en vez de verlos cerrar los ojos de forma agónica.
Sin embargo, algo ocurrió con Azul. Su depósito no se terminó a los dos años, y nunca se volvió de color rojo, de modo que se convirtió en un miembro más de mi familia. La empresa no se explicaba lo ocurrido, parecía que Azul escapaba a toda lógica, y su mera existencia después de 2025 se transformó en noticia. Su edad mental creció con la de mi hija, y juntos llegaron a la adolescencia siendo más que uña y carne. Así pasaron los años y la Niña entró en el instituto, donde comenzó a desarrollar su inteligencia, mientras que Azul saciaba la curiosidad por entender su propia existencia en casa, con mi ayuda y la de mi marido, tratándolo como a un hijo más deseoso de aprender.
La inteligencia que Azul demostraba día tras día no podía ser aprovechada, ya que no le estaba permitida la enseñanza, de modo que decidió buscar trabajo. Lógicamente, para un ser sin brazos resultó complicado, pero finalmente lo admitieron en una cafetería del centro comercial, transmitiendo los pedidos a los camareros sin necesidad de apuntar. De este modo, Azul se convirtió en un ser provechoso para la sociedad, estudiando y trabajando para sacar el máximo partido a ese regalo que nadie entendía que poseyera: el estar vivo. Su historia se hizo famosa, fue entrevistado y se publicaron libros pseudocientíficos sobre su posible nacimiento y el por qué del mismo. Azul era feliz, y mi familia con él ya que, a pesar de su popularidad, nunca se alejó de la Niña.
Y eso nos lleva hasta ayer, 23 de junio de 2032, cuando recibí una llamada de mi hija que me pedía que fuera corriendo  al centro comercial. Cuando llegué ella ya estaba allí, con Azul sujeto entre los brazos mientras a este se le escapaba el helio a través de un pequeño agujero en su goma. Llorando, la Niña me contó que había acudido a la cafetería un grupo de personas que estaban en contra de que un Globo trabajara, ya que no es un ser vivo y no tiene ese derecho. "Ni ser ,ni humano", decían sus pancartas. Enfurecida, la muchedumbre había dado una paliza a Azul y había perforado su superficie, y ahora se estaba muriendo. De pie contemplé la escena sin creérmelo del todo, mientras mi hija se afanaba en evitar que el helio escapara, y con él la vida de su mejor amigo. Pero nada se pudo hacer, lentamente Azul cerró los ojos y su goma se arrugó en una fea caricatura de lo que una vez fue "un milagro de la ciencia", asesinado por aquellos que no pudieron comprender del todo su existencia en un afán de volver la vida un poco más justa.



Fotografía por Luis S. Dedicado a él por animarme siempre a la hora de escribir.