sábado, 2 de febrero de 2013

Ni ser, ni humano. (10-11-2012)

Bienvenido, lector, a esta historia. En ella te presento a lo más preciado que tengo: mi hija, la Niña, y al que fue su mejor amigo durante años, Azul. Pude que el nombre te resulte raro, pero pronto lo entenderás, al igual que el título que arriba aparece y todos los motivos que me llevaron a escribir esto.
En primer lugar, me presentaré; me llamo Helena, tengo 41 años y vivo a las afueras de Ciudad. Sin embargo, mi historia comienza 9 años atrás, en la Navidad de 2023.
Por aquella época una gran multinacional había desarrollado el juguete de moda para regalar: Globo. Se trataba de la esfera de goma de mi niñez pero con mejoras tecnológicas que le proporcionaban la capacidad de hablar. Además, Globo tenía personalidad acorde con la edad de su dueño, de modo que se podía convertir en el mejor amigo de tu hijo durante el tiempo que durara su depósito de helio. Este depósito estaba diseñado para unos dos años, de modo que, después de ese tiempo, Globo moría. Por descontado, se podía elegir el color de Globo, ponerle nombre y elegir los rasgos de su cara, que se movían y resultaban tan expresivos como un dibujo animado.
Esa Navidad mi marido y yo decidimos comprar un Globo a nuestra hija, al que llamó Azul, con ojos grandes y sonrisa amplia, y de 6 años mentales, por decirlo así. Azul la acompañaba a todas partes, dormía con ella y era su compañero de juegos, nunca se cansaba de él. Todos los niños de Ciudad tenían un Globo, y las calles se llenaron de colores y voces agudas durante 2 años. Después, los Globos empezaron a morir; los padres evitaban el sufrimiento de sus hijos dejándolos escapar cuando la batería de helio se volvía de color rojo, y así los niños se despedían de ellos cuando salían volando, en vez de verlos cerrar los ojos de forma agónica.
Sin embargo, algo ocurrió con Azul. Su depósito no se terminó a los dos años, y nunca se volvió de color rojo, de modo que se convirtió en un miembro más de mi familia. La empresa no se explicaba lo ocurrido, parecía que Azul escapaba a toda lógica, y su mera existencia después de 2025 se transformó en noticia. Su edad mental creció con la de mi hija, y juntos llegaron a la adolescencia siendo más que uña y carne. Así pasaron los años y la Niña entró en el instituto, donde comenzó a desarrollar su inteligencia, mientras que Azul saciaba la curiosidad por entender su propia existencia en casa, con mi ayuda y la de mi marido, tratándolo como a un hijo más deseoso de aprender.
La inteligencia que Azul demostraba día tras día no podía ser aprovechada, ya que no le estaba permitida la enseñanza, de modo que decidió buscar trabajo. Lógicamente, para un ser sin brazos resultó complicado, pero finalmente lo admitieron en una cafetería del centro comercial, transmitiendo los pedidos a los camareros sin necesidad de apuntar. De este modo, Azul se convirtió en un ser provechoso para la sociedad, estudiando y trabajando para sacar el máximo partido a ese regalo que nadie entendía que poseyera: el estar vivo. Su historia se hizo famosa, fue entrevistado y se publicaron libros pseudocientíficos sobre su posible nacimiento y el por qué del mismo. Azul era feliz, y mi familia con él ya que, a pesar de su popularidad, nunca se alejó de la Niña.
Y eso nos lleva hasta ayer, 23 de junio de 2032, cuando recibí una llamada de mi hija que me pedía que fuera corriendo  al centro comercial. Cuando llegué ella ya estaba allí, con Azul sujeto entre los brazos mientras a este se le escapaba el helio a través de un pequeño agujero en su goma. Llorando, la Niña me contó que había acudido a la cafetería un grupo de personas que estaban en contra de que un Globo trabajara, ya que no es un ser vivo y no tiene ese derecho. "Ni ser ,ni humano", decían sus pancartas. Enfurecida, la muchedumbre había dado una paliza a Azul y había perforado su superficie, y ahora se estaba muriendo. De pie contemplé la escena sin creérmelo del todo, mientras mi hija se afanaba en evitar que el helio escapara, y con él la vida de su mejor amigo. Pero nada se pudo hacer, lentamente Azul cerró los ojos y su goma se arrugó en una fea caricatura de lo que una vez fue "un milagro de la ciencia", asesinado por aquellos que no pudieron comprender del todo su existencia en un afán de volver la vida un poco más justa.



Fotografía por Luis S. Dedicado a él por animarme siempre a la hora de escribir.

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