martes, 20 de enero de 2015

Cenizas (20-01-2015)

Hay palabras cuyo significado está muy claro y definido, ya sea en un diccionario o en la conciencia de las personas. Hay otras demasiado técnicas, científicas o complicadas como para que ni siquiera nos preguntemos de qué hablan. Y, curiosamente, hay cosas para las que ni siquiera existe una palabra que las defina.
Yo me he encontrado con una de esas cosas, que no sabes qué son, que no tienen nombre ni explicación, que no sabes su origen y que, extrañamente, tampoco te importa. A pesar de no importarme el origen, lo he buscado, mi mente científica me pide entenderlo todo, causa y efecto. Pero no ha habido manera. ¿Así, sin más? ¿A la primera? ¿Pum? A veces sí, a veces no, a veces tiene sentido y otras es una simple absurdez.
Pero ha pasado, es innegable, y tan real que lo noto pesar dentro de mí, un peso físico que me hace tambalearme y desvía mi equilibrio. Absurdez o no, aquí está, quemando. Hay fuegos que hay que apagar antes de que lo devasten todo a su paso, porque son incontrolables. Brillan, bailan, te alegran y te dan calor. Y cuando menos te lo esperas, cuando menos lo mereces y cuando menos preparado estás, te convierten en ceniza. Y la ceniza se esparce, se la lleva el viento, y ya ni siquiera recuerdas lo que eras antes de quemarte, ni lo que sentías; todo se ha vuelto gris.

Es una tontería pensar en lo que se merece o no, la vida no es justa y todos lo sabemos. ¿Resignarme? No, tampoco, ya no. ¿Qué queda entonces? Bueno, los cuerpos se ahogan, pero las cenizas, siempre flotan.

sábado, 17 de enero de 2015

Te lo advierto... (12-12-2011)

Te lo voy a decir todo, todo lo que pienso hacerte. Lo mucho que te odio y las ganas que tengo de verte sufrir. De que llores de dolor, de que mueras en una terrible agonía ahogado en sangre y vómito.
Solo deseo oír como se rasga tu piel y se desgarra tu músculo, como gimes suplicándome que te mate.
Me gustaría arrancarte las uñas con los dientes, cortarte mil veces las muñecas. Te desencajaría las rodillas y te golpearía tan fuerte la cara que hasta olvidarías el nombre de la puta que te trajo al mundo.
Te abriría la boca contra el bordillo de la acera, degustando cada gota de tu miedo, y te daría el golpe final en la nuca con el pie. Y el sonido de tus huesos al romperse me conduciría al clímax. Con la sangre encharcada en el asfalto bañaría mis manos, y aún caliente, me empaparía el pelo. La saborearía, me masturbaría con ella...
Tu dolor será mi orgullo y mi felicidad. Tu llanto, mi orgasmo. Tu muerte, mi vida.
Odiaré y maldeciré el día en que naciste hasta que me muera. Desearé cada segundo oír como tu corazón se para tras un momento de dubitante temblor. Saborearé cada gota de tus fluídos sobre carne muerta.
Y, sobre todo, bailaré; pero no sobre tu tumba, no tendrás. Me encargaré de que tu cuerpo sufra lo mismo que mi alma. Sí... bailaré cuando vea que los gusanos se comen tus ojos y salen por tu boca, cuando solo quede pelo pegado a tu cráneo.
Sabes... daría todo cuanto tengo por ver como la luz se apaga en tus ojos. Seré lo último que veas y, entre tanto dolor, me desearás y me suplicarás. Pero nada de lo que digas hará temblar mi pulso, porque desde el día en que te conocí, solo vivo para matarte.
Mi sangre es odio condensado, mi corazón, el redoble de tu final.
Más vale que corras, que te escondas muy lejos, porque como te encuentre sabrás lo que es vomitar de miedo. Las arcadas sacudirán tu cuerpo en una danza macabra. Te mearás encima, y en el preludio de tu muerte un olor ácido te penetrará por la nariz. En ese momento un susurro se escapará entre mis colmillos sonrientes y se deslizará por tu oído... : "Te lo advertí".

viernes, 3 de mayo de 2013

El fin (03-05-2013)


Me desperté presa de un calor infernal a las 3 de la mañana. No tenía sentido, estábamos en mayo y me encontraba sudando por cada poro de mi piel. El ambiente estaba cargado, pesado, insoportable, pegajoso. No sé si fue sueño o mareo lo que me hizo tambalearme de camino al radiador. Nada, apagado, aunque no frío; el metal había subido de temperatura al igual que el resto de la habitación. Todo desprendía calor, me recordaba a los documentales sobre el desierto con su aire ondulado.
Espejismo o no, allí me encontraba, con el pelo pegado a la frente y la camiseta a la espalda, con las manos brillantes y una gota haciéndome cosquillas por el cuello. Abrí la puerta y me asomé al pasillo; las baldosas, normalmente frías, estaban tibias. El silencio reinaba en la casa salvo por los ronquidos de mi padre, ¿estaría soñando? Decidí investigar.
Me dirigí a la cocina y enchufé la radio: música, música, fútbol, música, tarot... nada que hablara sobre mi ola de calor. Decidí probar suerte con la televisión y, cuando estaba a punto de apagarla, apareció. Un corte en los anuncios de la teletienda informaba sobre un telediario especial en 10 minutos. Asalté la nevera mientras esperaba, agua bien fría para intentar no desmayarme del calor. Por último, acudí a la ventana deseando encontrar una pizca de brisa, pero solo entró aire caliente que me abofeteó la cara y me cortó la respiración. La cerré y miré al cielo; jamás lo había visto de ese color, el color del fuego. Naranja, con cientos de nubes blancas que se movían a gran velocidad, el aire bailaba en las calles, el agua se evaporaba del río y una gota más de sudor bajó por mi nariz. Pleno amanecer a las 3 de la mañana, definitivamente algo no iba bien.
Sonó la música del telediario y aparecieron dos presentadores sofocados y medio asfixiados, con ropa algo más informal que de costumbre. Hablaban del calor que, al parecer, había comenzado hacía una hora en los termómetros de todo el mundo. Mostraron imágenes y más imágenes de ciudades al rojo vivo, de gente desmayada, de pantanos evaporándose, de coches sobre los que se podía freír un huevo. Y a continuación, la explicación: la órbita de la Tierra se había desplazado, acercando a nuestro planeta al Sol más de 3000 kilómetros. ¿Por qué?, nadie lo sabía. Establecieron conexión telefónica con varios científicos que vinieron a decir que no tenían la menor idea de lo que estaba pasando. Mientras miraba anonadada la pantalla, mi casa y mi ciudad comenzaron a despertar.
Mi familia comenzó a escuchar la inexistente explicación y yo miré por la ventana. Seguramente lo que estaba oyendo y sintiendo significaría el fin del mundo tal y como lo conocía, y puede que incluso el fin del mundo, el final definitivo. Nadie sabía que lo pasaría a partir de entonces, si viviríamos o si nos esperaba una catástrofe y el fin de la humanidad. Sonreí.

martes, 26 de marzo de 2013

Una mota azul de polvo - Carl Sagan



En 1990, y antes de abandonar para siempre el Sistema Solar, el Voyager 1 volvió la vista hacia la Tierra para tomar una última fotografía. Solo entonces pudimos ver la imagen más lejana de nuestro planeta, a 6000 millones de kilómetros. En ella se ve un débil punto azul, sin particular interés; pero para nosotros es diferente.
Consideremos otra vez ese punto... eso que está aquí es nuestro hogar, somos nosotros. En él están todos los que amas, todos los que conoces, todos sobre quienes has oído hablar. Todos los seres humanos que han existido vivieron aquí.
El conjunto de nuestras alegrías y sufrimientos; miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas. Cada cazador y cada presa, cada héroe y cada cobarde; cada creador y cada destructor de civilizaciones. Cada rey, cada plebeyo, cada joven pareja de enamorados, cada madre y cada padre. Niños llenos de esperanza, inventores, exploradores. Cada profesor de moral, cada político corrupto, cada superestrella, cada líder supremo. Cada santo y cada pecador de toda la historia de nuestra especie ha vivido allí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de Sol.
La Tierra no es más que un pequeño grano de arena en una inmensa playa cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por cientos de generales y emperadores para lograr la gloria, y ser amos momentáneos de una fracción de un punto.
Piensa en las interminables crueldades hechas por los habitantes de una esquina de este píxel hacia los habitantes de alguna otra esquina. Sus frecuentes malentendidos, la impaciencia por matarse unos a otros, sus fervientes odios.
Nuestra imaginada y falsa ilusión de ocupar un lugar privilegiado en el Universo es desafiada por este pálido punto de luz. Nuestro planeta es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica; y en toda esta extensa oscuridad no hay ningún indicio de que nos vaya a llegar ayuda de otro sitio para salvarnos de nosotros mismos: la Tierra es el único mundo conocido capaz de albergar vida, y no existe otro lugar, al menos en un futuro cercano, al cual nuestra especie pueda migrar. ¿Visitar? Sí, ¿establecerse? Aún no... Nos guste o no, por el momento la Tierra es el lugar en el que estamos.
Se dice que la astronomía es una experiencia constructora de carácter y humildad. Quizás no haya mejor demostración de la locura de la presunción humana que esta imagen distante de nuestro diminuto mundo.
Para mí recalca nuestra responsabilidad de compartir más amablemente los unos con los otros, de preservar y cuidar este punto azul pálido. 

sábado, 9 de marzo de 2013

Equivocada (10-03-13)

Me han preguntado por el pasado y no supe contestar; ¿y ahora qué tal?, ¿cómo le ves?, ¿va mejor? Tiene mucho de pasado, pero también de presente, tiene algo de puñal y de lágrima, un poco de cada cosa. Supongo que era inevitable, pero siempre pensaré que algo más debí hacer. Ya no valen excusas ni perdones, simplemente cabe el olvido, el adiós. Me han repetido consejos, me han prohibido regodeos y dar demasiadas vueltas, pero sin querer a veces, y solo a veces, se vuelve un poco la mirada. Aunque no vea nada de lo que vi, ni de lo que me gustaría ver. Quisiera saber tantas cosas, hablar de tantas cosas, que ya ni siquiera importan. Me pregunto si todas las despedidas son para siempre, si para toda la vida me quedará algo de esta eterna pregunta sin respuesta, pero ya no importa; he aprendido a vivir sin formularla, solo queriendo avanzar por un sendero firme. Prometo aprender de esto, de los muchos errores, y prometo volver a cometerlos. Estoy hecha de ellos, soy así, equivocada.

sábado, 9 de febrero de 2013

Animales (10-02-2013)


Que hablen las heridas, que ellas nunca mienten. La sangre derramada, las cicatrices, guardan en su nacimiento el por qué y el cómo, la causa y el efecto, el "ni contigo ni sin ti". Hay que guardar y asimilar, evolucionar de lo vivido para volver a tropezar en las mismas piedras y hacernos los mismo cortes una y otra vez. Una herida sobre otra.
Hay cortes que ya no sangran, golpes que no duelen de tan acostumbrados que estamos a ellos; otros hieren en la misma memoria, con su simple recuerdo. Si puedo elegir, elijo el dolor. Muchas cosas nos hacen humanos, nos distinguen de los demás animales, y el dolor no es una de ellas; ni siquiera el miedo al dolor. Pero yo no busco alejarme de lo animal, a mis expensas he descubierto que es una estupidez; además de inútil es un engaño.
Deseé ser un cuchillo y matar, deseé que me cortaran y deseé cortarme yo. Deseé ser ese animal. Deseé ser la sangre que se coagula en unas manos y las vísceras que se pudren en otras. Deseé ser el ojo cegado y la boca cosida, para ver y hablar de heridas desde la sabiduría de un mutilado por la vida.
Sin embargo, tampoco soy ese animal. He tragado bilis, asimilado golpes como algo intrínseco a no ser simplemente instinto de supervivencia. Me he dejado al descubierto, eliminado barreras y escudos, y he otorgado a otros el poder de decidir si ser o no mi herida. Solo alguien con el poder de hacernos daño nos quiere de verdad; y al contrario.




domingo, 3 de febrero de 2013

El hombre que vendió el mundo. (28-08-2012)


Una canción. Un amigo, o dos. Drogas. Rock. Sexo. Internet. Un documento de Word lleno de mierda. Uñas pintadas. La televisión sin sonido. Un atardecer que ya no quiero fotografiar. Un paquete de cereales tirado sobre la mesa. El cuaderno al lado, como siempre. Un escalofrío por la espalda al recordar. El suelo y la sábana tirada. Un pañuelo que ha recogido alguna que otra pena. Una nube solitaria. Un tanatorio. Los restos de una fiesta. Un cenicero con colillas de porro. Pilas gastadas. Un columpio. Un hombre que vendió el mundo.
El ser sin ser, el querer y no poder, el poder y no saber. El siempre yo primero pero siempre última. Un enfado resuelto por sms, un sms que lleva a enfado. Cortarse las venas con un folio y escribir con la sangre una carta de amor. Tardes de sol ardiente sobre un mantel de colores.
Arrancarse los pelos de uno en uno para sentir algo. Morder el brazo para no gritar, o gemir, o herir, o vomitar. Llorar solo una lágrima. Pedir un deseo a una pestaña que ya se ha volado. Un árbol quemado, sangre en el suelo, una tijera. Una amenaza, una declaración, una súplica, un puñetazo. Una carcajada impregnada de veneno de farmacia. Un calambre en la muñeca que hace una paja. Un peluche que mira triste con ojos de botón.
Una tormenta de verano que acaba en resfriado. Un baño desnudo en la playa. Una cicatriz en el corazón. Un miedo, una arcada, mil preguntas sin respuesta. Un enfermo terminal que mendiga en el cajero, y tres millonarios que roban dentro. Una patada a un cristal, un pellizco en el culo, un polvo. Otra copa.
Una vela que se consume, un suicidio con taladro, un desfibrilador, un condón sin usar, un niño con las rodillas peladas, un muñón, un susto, un perdón, un calcetín perdido, una llave sin candado, una bombilla fundida, un mechero sin gas, el grito de un mudo, una resaca, una tirita, una casa sin techo, un cuchillo, un tatuaje. Un porqué sin cómo, una puta sin cama, un calmante sin agua, una oreja mordida, una pulsera rota, un móvil sin cargador, un orgasmo con consolador, una muñeca hinchable sin agujeros, un dedo sin uña, una mierda, un cabrón, un gilipollas, un mal, un cadáver, un billete falso. Fumar.
El deseo de vender el mundo, y de comprarlo. Ahorcarse con el lazo que envolvía un regalo. Escupir hacia arriba y no moverse. Andar en círculos y no volver al mismo sitio. Perderse en un beso a un vaso de chupito. Gafas negras sobre ojos en blanco.
Yo, aquí, sin más y sin motivo. Drogada, bebida, fumada, cansada, perdida, encontrada, insultada, pisada, recuperada y, por fin, libre.