viernes, 3 de mayo de 2013

El fin (03-05-2013)


Me desperté presa de un calor infernal a las 3 de la mañana. No tenía sentido, estábamos en mayo y me encontraba sudando por cada poro de mi piel. El ambiente estaba cargado, pesado, insoportable, pegajoso. No sé si fue sueño o mareo lo que me hizo tambalearme de camino al radiador. Nada, apagado, aunque no frío; el metal había subido de temperatura al igual que el resto de la habitación. Todo desprendía calor, me recordaba a los documentales sobre el desierto con su aire ondulado.
Espejismo o no, allí me encontraba, con el pelo pegado a la frente y la camiseta a la espalda, con las manos brillantes y una gota haciéndome cosquillas por el cuello. Abrí la puerta y me asomé al pasillo; las baldosas, normalmente frías, estaban tibias. El silencio reinaba en la casa salvo por los ronquidos de mi padre, ¿estaría soñando? Decidí investigar.
Me dirigí a la cocina y enchufé la radio: música, música, fútbol, música, tarot... nada que hablara sobre mi ola de calor. Decidí probar suerte con la televisión y, cuando estaba a punto de apagarla, apareció. Un corte en los anuncios de la teletienda informaba sobre un telediario especial en 10 minutos. Asalté la nevera mientras esperaba, agua bien fría para intentar no desmayarme del calor. Por último, acudí a la ventana deseando encontrar una pizca de brisa, pero solo entró aire caliente que me abofeteó la cara y me cortó la respiración. La cerré y miré al cielo; jamás lo había visto de ese color, el color del fuego. Naranja, con cientos de nubes blancas que se movían a gran velocidad, el aire bailaba en las calles, el agua se evaporaba del río y una gota más de sudor bajó por mi nariz. Pleno amanecer a las 3 de la mañana, definitivamente algo no iba bien.
Sonó la música del telediario y aparecieron dos presentadores sofocados y medio asfixiados, con ropa algo más informal que de costumbre. Hablaban del calor que, al parecer, había comenzado hacía una hora en los termómetros de todo el mundo. Mostraron imágenes y más imágenes de ciudades al rojo vivo, de gente desmayada, de pantanos evaporándose, de coches sobre los que se podía freír un huevo. Y a continuación, la explicación: la órbita de la Tierra se había desplazado, acercando a nuestro planeta al Sol más de 3000 kilómetros. ¿Por qué?, nadie lo sabía. Establecieron conexión telefónica con varios científicos que vinieron a decir que no tenían la menor idea de lo que estaba pasando. Mientras miraba anonadada la pantalla, mi casa y mi ciudad comenzaron a despertar.
Mi familia comenzó a escuchar la inexistente explicación y yo miré por la ventana. Seguramente lo que estaba oyendo y sintiendo significaría el fin del mundo tal y como lo conocía, y puede que incluso el fin del mundo, el final definitivo. Nadie sabía que lo pasaría a partir de entonces, si viviríamos o si nos esperaba una catástrofe y el fin de la humanidad. Sonreí.

martes, 26 de marzo de 2013

Una mota azul de polvo - Carl Sagan



En 1990, y antes de abandonar para siempre el Sistema Solar, el Voyager 1 volvió la vista hacia la Tierra para tomar una última fotografía. Solo entonces pudimos ver la imagen más lejana de nuestro planeta, a 6000 millones de kilómetros. En ella se ve un débil punto azul, sin particular interés; pero para nosotros es diferente.
Consideremos otra vez ese punto... eso que está aquí es nuestro hogar, somos nosotros. En él están todos los que amas, todos los que conoces, todos sobre quienes has oído hablar. Todos los seres humanos que han existido vivieron aquí.
El conjunto de nuestras alegrías y sufrimientos; miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas. Cada cazador y cada presa, cada héroe y cada cobarde; cada creador y cada destructor de civilizaciones. Cada rey, cada plebeyo, cada joven pareja de enamorados, cada madre y cada padre. Niños llenos de esperanza, inventores, exploradores. Cada profesor de moral, cada político corrupto, cada superestrella, cada líder supremo. Cada santo y cada pecador de toda la historia de nuestra especie ha vivido allí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de Sol.
La Tierra no es más que un pequeño grano de arena en una inmensa playa cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por cientos de generales y emperadores para lograr la gloria, y ser amos momentáneos de una fracción de un punto.
Piensa en las interminables crueldades hechas por los habitantes de una esquina de este píxel hacia los habitantes de alguna otra esquina. Sus frecuentes malentendidos, la impaciencia por matarse unos a otros, sus fervientes odios.
Nuestra imaginada y falsa ilusión de ocupar un lugar privilegiado en el Universo es desafiada por este pálido punto de luz. Nuestro planeta es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica; y en toda esta extensa oscuridad no hay ningún indicio de que nos vaya a llegar ayuda de otro sitio para salvarnos de nosotros mismos: la Tierra es el único mundo conocido capaz de albergar vida, y no existe otro lugar, al menos en un futuro cercano, al cual nuestra especie pueda migrar. ¿Visitar? Sí, ¿establecerse? Aún no... Nos guste o no, por el momento la Tierra es el lugar en el que estamos.
Se dice que la astronomía es una experiencia constructora de carácter y humildad. Quizás no haya mejor demostración de la locura de la presunción humana que esta imagen distante de nuestro diminuto mundo.
Para mí recalca nuestra responsabilidad de compartir más amablemente los unos con los otros, de preservar y cuidar este punto azul pálido. 

sábado, 9 de marzo de 2013

Equivocada (10-03-13)

Me han preguntado por el pasado y no supe contestar; ¿y ahora qué tal?, ¿cómo le ves?, ¿va mejor? Tiene mucho de pasado, pero también de presente, tiene algo de puñal y de lágrima, un poco de cada cosa. Supongo que era inevitable, pero siempre pensaré que algo más debí hacer. Ya no valen excusas ni perdones, simplemente cabe el olvido, el adiós. Me han repetido consejos, me han prohibido regodeos y dar demasiadas vueltas, pero sin querer a veces, y solo a veces, se vuelve un poco la mirada. Aunque no vea nada de lo que vi, ni de lo que me gustaría ver. Quisiera saber tantas cosas, hablar de tantas cosas, que ya ni siquiera importan. Me pregunto si todas las despedidas son para siempre, si para toda la vida me quedará algo de esta eterna pregunta sin respuesta, pero ya no importa; he aprendido a vivir sin formularla, solo queriendo avanzar por un sendero firme. Prometo aprender de esto, de los muchos errores, y prometo volver a cometerlos. Estoy hecha de ellos, soy así, equivocada.

sábado, 9 de febrero de 2013

Animales (10-02-2013)


Que hablen las heridas, que ellas nunca mienten. La sangre derramada, las cicatrices, guardan en su nacimiento el por qué y el cómo, la causa y el efecto, el "ni contigo ni sin ti". Hay que guardar y asimilar, evolucionar de lo vivido para volver a tropezar en las mismas piedras y hacernos los mismo cortes una y otra vez. Una herida sobre otra.
Hay cortes que ya no sangran, golpes que no duelen de tan acostumbrados que estamos a ellos; otros hieren en la misma memoria, con su simple recuerdo. Si puedo elegir, elijo el dolor. Muchas cosas nos hacen humanos, nos distinguen de los demás animales, y el dolor no es una de ellas; ni siquiera el miedo al dolor. Pero yo no busco alejarme de lo animal, a mis expensas he descubierto que es una estupidez; además de inútil es un engaño.
Deseé ser un cuchillo y matar, deseé que me cortaran y deseé cortarme yo. Deseé ser ese animal. Deseé ser la sangre que se coagula en unas manos y las vísceras que se pudren en otras. Deseé ser el ojo cegado y la boca cosida, para ver y hablar de heridas desde la sabiduría de un mutilado por la vida.
Sin embargo, tampoco soy ese animal. He tragado bilis, asimilado golpes como algo intrínseco a no ser simplemente instinto de supervivencia. Me he dejado al descubierto, eliminado barreras y escudos, y he otorgado a otros el poder de decidir si ser o no mi herida. Solo alguien con el poder de hacernos daño nos quiere de verdad; y al contrario.




domingo, 3 de febrero de 2013

El hombre que vendió el mundo. (28-08-2012)


Una canción. Un amigo, o dos. Drogas. Rock. Sexo. Internet. Un documento de Word lleno de mierda. Uñas pintadas. La televisión sin sonido. Un atardecer que ya no quiero fotografiar. Un paquete de cereales tirado sobre la mesa. El cuaderno al lado, como siempre. Un escalofrío por la espalda al recordar. El suelo y la sábana tirada. Un pañuelo que ha recogido alguna que otra pena. Una nube solitaria. Un tanatorio. Los restos de una fiesta. Un cenicero con colillas de porro. Pilas gastadas. Un columpio. Un hombre que vendió el mundo.
El ser sin ser, el querer y no poder, el poder y no saber. El siempre yo primero pero siempre última. Un enfado resuelto por sms, un sms que lleva a enfado. Cortarse las venas con un folio y escribir con la sangre una carta de amor. Tardes de sol ardiente sobre un mantel de colores.
Arrancarse los pelos de uno en uno para sentir algo. Morder el brazo para no gritar, o gemir, o herir, o vomitar. Llorar solo una lágrima. Pedir un deseo a una pestaña que ya se ha volado. Un árbol quemado, sangre en el suelo, una tijera. Una amenaza, una declaración, una súplica, un puñetazo. Una carcajada impregnada de veneno de farmacia. Un calambre en la muñeca que hace una paja. Un peluche que mira triste con ojos de botón.
Una tormenta de verano que acaba en resfriado. Un baño desnudo en la playa. Una cicatriz en el corazón. Un miedo, una arcada, mil preguntas sin respuesta. Un enfermo terminal que mendiga en el cajero, y tres millonarios que roban dentro. Una patada a un cristal, un pellizco en el culo, un polvo. Otra copa.
Una vela que se consume, un suicidio con taladro, un desfibrilador, un condón sin usar, un niño con las rodillas peladas, un muñón, un susto, un perdón, un calcetín perdido, una llave sin candado, una bombilla fundida, un mechero sin gas, el grito de un mudo, una resaca, una tirita, una casa sin techo, un cuchillo, un tatuaje. Un porqué sin cómo, una puta sin cama, un calmante sin agua, una oreja mordida, una pulsera rota, un móvil sin cargador, un orgasmo con consolador, una muñeca hinchable sin agujeros, un dedo sin uña, una mierda, un cabrón, un gilipollas, un mal, un cadáver, un billete falso. Fumar.
El deseo de vender el mundo, y de comprarlo. Ahorcarse con el lazo que envolvía un regalo. Escupir hacia arriba y no moverse. Andar en círculos y no volver al mismo sitio. Perderse en un beso a un vaso de chupito. Gafas negras sobre ojos en blanco.
Yo, aquí, sin más y sin motivo. Drogada, bebida, fumada, cansada, perdida, encontrada, insultada, pisada, recuperada y, por fin, libre.


sábado, 2 de febrero de 2013

Ni ser, ni humano. (10-11-2012)

Bienvenido, lector, a esta historia. En ella te presento a lo más preciado que tengo: mi hija, la Niña, y al que fue su mejor amigo durante años, Azul. Pude que el nombre te resulte raro, pero pronto lo entenderás, al igual que el título que arriba aparece y todos los motivos que me llevaron a escribir esto.
En primer lugar, me presentaré; me llamo Helena, tengo 41 años y vivo a las afueras de Ciudad. Sin embargo, mi historia comienza 9 años atrás, en la Navidad de 2023.
Por aquella época una gran multinacional había desarrollado el juguete de moda para regalar: Globo. Se trataba de la esfera de goma de mi niñez pero con mejoras tecnológicas que le proporcionaban la capacidad de hablar. Además, Globo tenía personalidad acorde con la edad de su dueño, de modo que se podía convertir en el mejor amigo de tu hijo durante el tiempo que durara su depósito de helio. Este depósito estaba diseñado para unos dos años, de modo que, después de ese tiempo, Globo moría. Por descontado, se podía elegir el color de Globo, ponerle nombre y elegir los rasgos de su cara, que se movían y resultaban tan expresivos como un dibujo animado.
Esa Navidad mi marido y yo decidimos comprar un Globo a nuestra hija, al que llamó Azul, con ojos grandes y sonrisa amplia, y de 6 años mentales, por decirlo así. Azul la acompañaba a todas partes, dormía con ella y era su compañero de juegos, nunca se cansaba de él. Todos los niños de Ciudad tenían un Globo, y las calles se llenaron de colores y voces agudas durante 2 años. Después, los Globos empezaron a morir; los padres evitaban el sufrimiento de sus hijos dejándolos escapar cuando la batería de helio se volvía de color rojo, y así los niños se despedían de ellos cuando salían volando, en vez de verlos cerrar los ojos de forma agónica.
Sin embargo, algo ocurrió con Azul. Su depósito no se terminó a los dos años, y nunca se volvió de color rojo, de modo que se convirtió en un miembro más de mi familia. La empresa no se explicaba lo ocurrido, parecía que Azul escapaba a toda lógica, y su mera existencia después de 2025 se transformó en noticia. Su edad mental creció con la de mi hija, y juntos llegaron a la adolescencia siendo más que uña y carne. Así pasaron los años y la Niña entró en el instituto, donde comenzó a desarrollar su inteligencia, mientras que Azul saciaba la curiosidad por entender su propia existencia en casa, con mi ayuda y la de mi marido, tratándolo como a un hijo más deseoso de aprender.
La inteligencia que Azul demostraba día tras día no podía ser aprovechada, ya que no le estaba permitida la enseñanza, de modo que decidió buscar trabajo. Lógicamente, para un ser sin brazos resultó complicado, pero finalmente lo admitieron en una cafetería del centro comercial, transmitiendo los pedidos a los camareros sin necesidad de apuntar. De este modo, Azul se convirtió en un ser provechoso para la sociedad, estudiando y trabajando para sacar el máximo partido a ese regalo que nadie entendía que poseyera: el estar vivo. Su historia se hizo famosa, fue entrevistado y se publicaron libros pseudocientíficos sobre su posible nacimiento y el por qué del mismo. Azul era feliz, y mi familia con él ya que, a pesar de su popularidad, nunca se alejó de la Niña.
Y eso nos lleva hasta ayer, 23 de junio de 2032, cuando recibí una llamada de mi hija que me pedía que fuera corriendo  al centro comercial. Cuando llegué ella ya estaba allí, con Azul sujeto entre los brazos mientras a este se le escapaba el helio a través de un pequeño agujero en su goma. Llorando, la Niña me contó que había acudido a la cafetería un grupo de personas que estaban en contra de que un Globo trabajara, ya que no es un ser vivo y no tiene ese derecho. "Ni ser ,ni humano", decían sus pancartas. Enfurecida, la muchedumbre había dado una paliza a Azul y había perforado su superficie, y ahora se estaba muriendo. De pie contemplé la escena sin creérmelo del todo, mientras mi hija se afanaba en evitar que el helio escapara, y con él la vida de su mejor amigo. Pero nada se pudo hacer, lentamente Azul cerró los ojos y su goma se arrugó en una fea caricatura de lo que una vez fue "un milagro de la ciencia", asesinado por aquellos que no pudieron comprender del todo su existencia en un afán de volver la vida un poco más justa.



Fotografía por Luis S. Dedicado a él por animarme siempre a la hora de escribir.